El skateboarding, al igual que el arte, tiene que ver con las oportunidades. Con la creatividad. Con ser lo bastante creativo como para aprovechar las oportunidades que se presentan y sacarles el máximo partido. Pasarlo bien. Hacer estragos. Crear algo nuevo y original. El skate tiene que ver con mirar un objeto y verlo con una luz diferente a la del 99 % de la gente de este planeta. Tiene que ver con escoger ese objeto y adaptarlo, aplicarle una técnica absolutamente nueva. El skate tiene que ver con aprovechar esas oportunidades, con patinar en esa oficina bancaria que normalmente es un tostón de sitio, salvo durante esos 15 minutos entre las 5:30 y las 5:45 de la tarde en los que cambia el turno de los guardias de seguridad. Tiene que ver con descubrir oportunidades donde no las había habido nunca. Puede que el skateboarding tenga también que ver con el dolor pero, invariablemente, más con la diversión: con todo tipo de éxitos y con la consecución de metas.
Pero lo que obtienes está relacionado con lo que inviertes. Apreciarás que tu habilidad mejora con la práctica, que tu técnica mejora con el tiempo. Incluso tu criterio acaba por mejorar. El skateboarding tiene que ver con la frustración: la incapacidad de ejecutar ese truco, la incapacidad de tus padres o de tus profesores para comprender esa obsesión tuya con un ‘inútil pedazo de madera’. Como por arte de magia, el skate refleja la vida real igual que un espejo: éxitos, reveses, caídas, decepciones, victorias, derrotas, tortazos, logros, aprendizajes y olvidos. A la vuelta de la esquina puede aparecer un policía o un bordillo en el que no habías reparado antes. Puede que te hostiguen o que te asalten. Pero sólo hay una manera de averi-guarlo. No tener miedo. Lánzate a ello y a ver qué pasa. Si tienes miedo, lánzate aún con más fuerza. Sí, señor, y ahora no estoy hablando ya del skateboarding. Me refiero a la vida. Pero para el skater ambas cosas son lo mismo.
El otro día mi socio en Hessenmob, Michael, me preguntó si me acordaba de Billy Ruff. Le dije: ‘No, no me acuerdo de Billy, pero me acuerdo de su grafismo. Su tabla profesional tenía un montón de burbujas dibujadas’. Como treintañero con toda una vida de skate a mis espaldas, me acuerdo de un montón de profesionales sólo por el grafismo de sus tablas. A ese respecto, me vienen a la mente algunos grafismos destacados, como los de ‘Gator’, ‘Rob Roscopp’ o, podría decir, casi cualquiera de aquellos viejos diseños de Santa Cruz, Powell o Vision.
El grafismo del skate siempre se ha caracterizado por una amplia diversidad de estilos, desde las obras sofisticadas y técnicas de Jim Phillips hasta los garabatos de aire amateur de Mark Gonzales, pero siempre se trata de expresiones del artista sin censurar (dependiendo del fabricante) y de un arte hecho para ser destruido. Los coloridos diseños de las tablas de skate son, por tanto, una de las formas más puras de expresión artística, son sumamente personales y suelen crearse al margen de cualquier límite artístico... lo mismo que el skateboarding en sí. Creo que ésa es la explicación de por qué tantos skaters destacan como artistas en muchos campos de la expresión personal, ya sea en el arte, la fotografía, la música, el cine o el diseño gráfico.
El skate es como un pincel, las calles son el lienzo y todo skater es un artista. No importa si su trazo es fluido o su estilo es técnico... todo lo que hace sobre su tabla es potencialmente una expresión directa de su personalidad. El skateboarding mantiene la mente abierta y hace que corran los fluidos creativos gracias a sus interminables combinaciones. El factor decisivo es siempre la propia creatividad.
Christian Roth
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